¿Qué obtendrás leyendo este texto sobre qué son las emociones?
- Tendrás una idea muy clara sobre qué son las emociones.
- Sabrás cómo aparecen las emociones.
- Conocerás qué diferencia hay entre sentimiento, emoción, estado de ánimo, carácter y personalidad.
- Y te sorprenderá saber por qué las emociones son tan importantes para una comunicación interpersonal efectiva.
¿Qué son las emociones?
Si lo analizamos etimológicamente, la palabra “emoción” proviene del latín «emovere», que transmite la idea de «mover hacia fuera”. Así pues, podemos decir que las emociones son, como afirma Fredy Kofman, «una pulsión interna que se expresa corporalmente» o, dicho de otra manera, son impulsos que nos llevan a actuar.
Para la aplicación práctica al tema que nos ocupa, creo que esta definición ya es suficiente.
Sin embargo, y dada la complejidad de este tema, creo que puede ser útil explicitar también la definición más amplia que hace el propio Fredy Kofman (Metamanagement – volumen 3), cuando dice que las emociones son como «un estado sistémico de la persona que incluye aspectos fisiológicos, mentales, impulsivos y de comportamiento».
Y con esta intención de ser más precisos al concretar qué son las emociones, también podemos hacer referencia a lo que dice Daniel Goleman: «el término emoción se refiere a un sentimiento y a los pensamientos, los estados biológicos, los estados psicológicos y el tipo de tendencias a la acción que lo caracterizan».
¿Existen una emociones primarias o básicas?
Ya nos podemos imaginar que estas «pulsiones internas» que son las emociones tienen multitud de matices y variaciones y que, por tanto, hay miles de emociones diferentes: alegría, felicidad, tristeza, miedo, entusiasmo, gratitud, enfado, satisfacción, vergüenza, preocupación, rabia…
Esta infinidad de matices nos lleva a otra cuestión importante, y es si hay o no un conjunto de emociones que podrían considerarse primarias y de las cuales derivarían las demás.
Y la respuesta es que los investigadores todavía no están de acuerdo sobre ello. No hay acuerdo sobre si existen o no emociones primarias y, por tanto, no lo hay sobre cuáles serían esas emociones primarias.
Partiendo de esta idea, Daniel Goleman se alinea con la propuesta realizada por Paul Ekman, afirmando que lo que tiene más sentido práctico es pensar en las emociones como si se tratara de familias (o grupos). Y hace referencia a 8 emociones que podrían considerase como básicas (en el sentido de que son prácticamente universales en todas las culturas) y que serían el núcleo de sus respectivas familias:
Ira. (Formarían parte de esta familia emociones como… rabia, enojo, resentimiento, furia, indignación, irritabilidad, hostilidad…).
Tristeza. (Formarían parte de esta familia emociones como… pena, pesimismo, melancolía, autocompasión, soledad, desaliento…).
Miedo. (Formarían parte de esta familia emociones como… ansiedad, temor, preocupación, inquietud, incertidumbre, nerviosismo, angustia, susto, terror…).
Alegría. (Formarían parte de esta familia emociones como… felicidad, tranquilidad, contento, diversión, placer sensual, satisfacción, euforia, capricho…).
Amor. (Formarían parte de esta familia emociones como… aceptación, cordialidad, confianza, amabilidad, enamoramiento…).
Sorpresa. (Formarían parte de esta familia emociones como… asombro, admiración, desconcierto…).
Aversión. (Formarían parte de esta familia emociones como… desprecio, desdén, asco, antipatía, disgusto, repugnancia…).
Vergüenza. (Formarían parte de esta familia emociones como… culpa, perplejidad, remordimiento, humillación, aflicción…).
Terminología: sentimiento, emoción, pasión, estado de ánimo, carácter, temperamento, personalidad, actitud.
Aunque a nivel coloquial las palabras «emoción» y «sentimiento» se suelen utilizar para designar lo mismo, es interesante mencionar la distinción que hace el neurocientífico Antonio Damasio, que define al sentimiento como la conciencia de la emoción.
Es decir, el sentimiento es un paso más elaborado que viene después de la emoción, en el sentido de que incorpora la emoción (algo percibido físicamente en el cuerpo) más las ideas asociadas al hecho de ser consciente de que este algo físico ha sido generado por un estímulo concreto.
Hecha esta distinción en base al trabajo de Antonio Damasio, y recordando lo que ya hemos visto de que a nivel coloquial las palabras «emoción» y «sentimiento» se suelen utilizar para designar lo mismo, es muy útil mencionar lo que afirma el filósofo José Antonio Marina en el sentido de que los sentimientos pueden clasificarse por su intensidad, duración, y profundidad…, (y además, en cada una de estas clasificaciones también se dan muchos niveles diferentes, no es un «blanco o negro»).
Así pues, para comprender mejor qué son las emociones nos será muy útil profundizar en la terminología que se deriva de estas clasificaciones (teniendo en cuenta que tampoco hay un consenso establecido en lo referente a esta terminología).
Aquí comentaremos la terminología que propone José Antonio Marina en su libro «El laberinto sentimental».
Emoción: sentimiento breve, que normalmente aparece con fuerza, y que también se manifiesta físicamente (palpitaciones, palidez, rubor…)
Pasión: sentimientos intensos, vehementes, y que tienen una influencia muy fuerte en el comportamiento. Pasión es cuando ese sentimiento se convierte en el centro de la vida afectiva de la persona.
Estados de ánimo: son sentimientos que duran más tiempo que las emociones y que permanecen estables; (estos sentimientos pueden favorecer que en determinados momentos se den, además, otras emociones de forma puntual e intensa. Por ejemplo un estado de ánimo irritable, puede favorecer que se den emociones puntuales de ira).
Carácter. Es una predisposición emocional a que en una persona se den determinadas emociones o estados de ánimo. Es por esto que a veces definimos a personas como tímidas, o como alegres… Estamos resaltando su predisposición emocional.
Y al hablar de predisposición emocional, José Antonio Marina distingue entre carácter y temperamento.
Cuando esta predisposición emocional es debida a esquemas interpretativos que se han aprendido a lo largo de la vida (tanto si se han aprendido de forma consciente como inconsciente), utiliza el término carácter.
Y utiliza el término temperamento cuando esta predisposición emocional es determinada por factores biológicos de la persona.
Es decir, nuestra predisposición emocional, según explica Marina, es debida en parte a biología y en parte a «esquemas interpretativos» que se van formando desde que nacemos.
Una vez llegados a este punto, y siguiendo con esta visión global sobre qué son las emociones, vamos a parar al concepto de personalidad.
Y es que ante una determinada situación, una cosa es la respuesta sentimental que tenemos y otra cosa muy diferente es la respuesta conductual. Es decir, ante una determinada situación podemos sentir miedo y, sin embargo, actuar valientemente. O podemos sentir odio y actuar perdonando a la persona.
Siendo así, José Antonio Marina afirma que «en este intervalo entre los sentimientos y la acción tiene que funcionar un aspecto de nuestro yo, que explique la actitud tomada respecto del sentimiento».
Y esto le lleva a afirmar que «el carácter es nuestro estilo de sentir y la personalidad es nuestro estilo de obrar. Son dos cosas mezcladas en la práctica, pero separadas conceptualmente».
Es decir, «la personalidad es un estilo de obrar. Una persona puede ser de carácter cobarde, pero de personalidad valiente».
Y ya que estamos hablando de terminología, y aunque no forme parte directa de lo que son las emociones, creo que también puede ser de interés describir el concepto de actitud.
José Antonio Marina, define a la actitud como «una disposición voluntaria de la inteligencia que suscita, controla y dirige las operaciones mentales para conseguir un estilo determinado de ocurrencias. Se diferencia del carácter, que también es un estilo fijo de ocurrencias, porque es voluntaria. Su importancia deriva de que es el punto donde la inteligencia negocia con los sentimientos».
¿Cómo aparecen las emociones?
Hay otro aspecto adicional muy importante cuando nos planteamos qué son las emociones… y es plantearnos cómo aparecen.
Respondiendo de forma directa a esta cuestión, y como afirma José Antonio Marina, «los sentimientos aparecen en la conciencia sin que el sujeto intervenga, brotan de nosotros. Más que autores somos víctimas o beneficiarios».
Esto llega al punto de que algunas emociones aparecen como respuesta a una situación concreta, y entonces sentimos miedo, o asco o asombro… Sin embargo, algunos otros sentimientos ni tan siquiera tienen un desencadenante claro (solo sabemos que nos sentimos deprimidos, o entusiasmados… pero no sabemos por qué).
Este «aparecer» de las emociones también nos lo recuerda Fredy Kofman (parafraseando a Nathaniel Branden), cuando afirma que «los deseos y las emociones como tales son involuntarios; no están sujetos al control directo de la persona. Dado que son el resultado de evaluaciones subconscientes, no pueden ser comandadas para aparecer y desaparecer».
En este punto es importante mencionar que en este texto estamos hablando sólo de qué son las emociones. En otro artículo veremos que lo que sí podemos controlar es cómo gestionamos estas emociones; y esto es algo que tiene que ver con la «inteligencia emocional».
Ir al artículo relacionado: ¿Qué es la inteligencia emocional?
¿Por qué las emociones son tan importantes en la comunicación interpersonal?
Una vez hemos visto qué son las emociones, veremos 3 motivos por los que las emociones son tan importantes en la comunicación interpersonal (lógicamente, hay muchísimos motivos más…)
1- Por que como afirman Douglas Stone, Bruce Patton y Sheila Heen en su libro titulado “Conversaciones difíciles”:
“La gente no ve sólo sus palabras y su actitud, sino que también interpreta y “ve” lo que está pasando en su interior. Si su actitud es auténtica, las palabras no importan. Si sus intenciones son falsas, por más palabras amables o actitudes correctas que adopte, no le servirá de nada. Si sus intenciones son buenas, aunque las palabras que emplee no sean las adecuadas no tendrá problemas”.
Así pues, estas emociones que están en nuestro interior son algo que la otra persona recibe. Forman una parte muy importante de lo que comunicamos.
Esto es algo que también nos recuerda Daniel Goleman:
“En cada relación subyace un intercambio subterráneo de estados de ánimo que nos lleva a percibir algunos encuentros como tóxicos y otros, en cambio, como nutritivos. Este intercambio emocional suele ocurrir a un nivel tan sutil e imperceptible que la forma en que un vendedor le dé las gracias puede hacerle sentir ignorado, resentido o auténticamente valorado”.
2- Por que los sentimientos nos ayudan a intuir de forma muy rápida lo que está pasando en nuestro interior. Y esto nos permitirá reaccionar de forma rápida y dar la respuesta más adecuada en nuestras conversaciones con otras personas.
Y es que como dice José Antonio Marina, «los sentimientos son una puerta de acceso a nuestra intimidad no consciente. Los sentimientos son un resumen de nuestra situación, cuya superficie conocemos y cuyo fondo ignoramos».
3- Porque a través de las emociones es más fácil inducirnos a la acción… y manipularnos.
Hemos de tener en cuenta que nuestras emociones guían nuestra observación de la «realidad». Dado que en muchos casos la mente no puede abarcar toda la complejidad de una situación, la mente selecciona de forma automática la información que le resulta relevante y descarta la que piensa que no lo es. De este modo tenemos una «realidad» que nuestra mente puede «entender» y sobre la que puede tomar decisiones.
Y las emociones son las que guían este proceso automático que decide qué información es la relevante y cuál no.
Por este motivo, cuando estamos enfadados con alguien es normal que nuestra mente «vea» las cosas negativas que ha hecho esa persona, haga juicios en base a eso… y prescinda de «ver» otras cosas buenas que también formarían parte de esa misma realidad.
Y además de esto, también hemos de tener en cuenta que las emociones preparan para la acción, o dicho con otras palabras, en toda emoción está en potencia el impulso a actuar. Por ejemplo:
El miedo predispone para huir.
La vergüenza predispone a ocultarse.
La curiosidad, que sitúa al cerebro en un estado de aprendizaje y de mejor retención de la información (memoria), está directamente relacionada con la motivación.
Así pues, éstos son factores que hemos de tener en cuenta cuando estamos interactuando con otras personas, porque a través de los que nos dicen (las palabras) o de las emociones que nos «contagian», la consecuencia es que en nosotros «surgen» emociones.
Estas emociones han sido inducidas en nosotros por la otra persona, pero ahora son emociones nuestras, y por tanto condicionan lo que nosotros vemos, lo que nosotros pensamos y lo que «nosotros» decidimos hacer.
Por eso decíamos al principio de este punto que a través de las emociones es más fácil inducirnos a la acción…, y también manipularnos.